Lo que lees se te nota y lo que no lees, también

Aprender a leer es fácil, sencillo y divertido. Lo que se dice una carrera con el éxito asegurado,

Aprender a leer es fácil, sencillo y divertido.

Lo que se dice una carrera con el éxito asegurado, con lo que se llevan esas cosas.

Cada pequeño avance cuenta como un logro épico, como una hazaña sin par. Aprender a leer es un camino que se recorre acompañado. Mamá, papá y toda la corte celestial de abuelos, tíos y tías, primos y demás familia son mentores, patrocinadores y fans incondicionales.

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Adquirir conocimientos es divertido, por la cara que se les queda a todos cuando los micos de la casa empiezan a  decir sus primeras palabras (mmmmaaammmmaaa); emocionante, por el orgullo que chisporrotea en los ojos de los progenitores cuando la criatura arriesga en sus primeros razonamientos (no guta, tiro, cae); interesante, porque el pequeño ya interpreta los signos, debuta en esto de leer, sabe comunicarse, no es una taza con los posos del café al fondo; valioso, porque el chiquillo empieza a tener herramientas para pensar por su cuenta…peligroso?

¿Por ese motivo no se sigue alimentando la hambrienta fiera dándole de leer durante sus siguientes etapas de crecimiento?

Claro está que estamos hablando en general porque hay muchas madres y padres que siguen insistiendo y desarrollando estrategias de lo más creativas para que sus hijos no pierdan esa herramienta mágica y misteriosa que nos nutre y nos hace autónomos de pensamiento, empáticos y más dichosos por tener las ventanas más abiertas. Una herramienta que nos amplía el horizonte y nos ofrece el don de estar sedientos para siempre, sedientos sí, pero de una sed para la que siempre hay agua.

Que no se nos olvide que, si no está, se notará su falta y su lugar será ocupado porque, si no lees, se te nota y eres presa fácil para tantos discursos que andan por ahí buscando ovejitas en las que instalarse y a las que incorporar a uno u otro u otro u otro…rebaño.

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